I Owe You A Confession
- In Business, Career, coaching, En Español, Laura Sgroi, Work
I almost quit my coaching career before I launched it.
In 2016, after more than thirteen years in live events and television production management, I needed a new challenge, a new direction, so I enrolled in a professional life coaching certification program at the University of Miami. I asked the University for a discount, got it, and registered while my husband wondered whether it was the right time for me to go back to school.
The first module was called “Deep Hearing.” Hearing, I thought: interesting. In my mind coaching was going to be more about talking. And I was ready to talk! I would shower people with strategies and tips. My breakthrough wisdom would inspire coachees to change their lives. I pictured myself on a stage in front of hundreds of people. That’s the kind of coach I was going to be.
Then I learned the truth about coaching: it’s not about me. Kind of a surprise at first, but it started to sink in with each new lesson. It turns out that coaching is always about the client, and the client is the expert. I ask powerful questions and listen to the answers. It’s not my job to solve problems or offer opinions. It’s my job to “meet” clients where they are, to hold space for them as they gain the awareness necessary to shift their perspectives and take action toward self-defined solutions.
With coaching, I’ve made an important professional shift. I now have the opportunity to give attention, support, accountability, and encouragement, instead of my past focus on getting credits, contacts, and status.
Listening to my clients means stopping multitasking, immersing myself in the conversation, being quiet, and being present. It means not interrupting (that’s a hard one), not judging (also difficult), and not always referring to my own experience—we’re all unique.
One solution doesn’t fit all. Silence can be a useful part of a conversation. The simple truth is that just being heard, just having someone bear witness to your thoughts and feelings, can make a big difference. I would love to be that person for you.
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Looking forward to being your coach,
P.S.: This post is an adapted excerpt from our book “In Our Thirties”, you can read more here.
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Confesión: Casi renuncio a mi carrera como coach antes de lanzarla.
En 2016, después de más de trece años en eventos en vivo y gerencia de producción de televisión, necesitaba un nuevo desafío, una nueva dirección, así que me inscribí en un programa de certificación profesional de coaching de vida en la Universidad de Miami. Le pedí un descuento a la Universidad, lo obtuve y me inscribí mientras mi esposo se preguntaba si era el momento adecuado para que regresara a la escuela.
El primer módulo se llamó “Escuchando Profundo”. Al escuchar, pensé: interesante. En mi mente, el coaching iba a consistir más en hablar. ¡Y estaba lista para hablar! Llenaría a la gente con estrategias y consejos. Mi sabiduría revolucionaria inspiraría a los coachees a cambiar sus vidas. Me imaginé en un escenario frente a cientos de personas. Ese es el tipo de coach que iba a ser.
Luego aprendí la verdad sobre el coaching: no se trata de mí. Fue una especie de sorpresa al principio, pero empecé a asimilarlo con cada nueva lección. Resulta que el coaching siempre se trata del cliente, y el cliente es el experto. Hago preguntas poderosas y escucho las respuestas. No es mi trabajo resolver problemas u ofrecer opiniones. Mi trabajo es “encontrar” a los clientes donde están, mantener un espacio para ellos a medida que adquieren la conciencia necesaria para cambiar sus perspectivas y tomar medidas hacia soluciones autodefinidas.
Con el coaching, he realizado un cambio profesional importante. Ahora tengo la oportunidad de brindar atención, apoyo, responsabilidad y aliento, en lugar de mi enfoque anterior en obtener créditos, contactos y estatus.
Escuchar a mis clientes significa dejar de hacer múltiples tareas a la vez, sumergirme en la conversación, estar callada y estar presente. Significa no interrumpir (eso es difícil), no juzgar (también es difícil) y no siempre referirme a mi propia experiencia: todos somos únicos.
No hay solución que sirve para todos. El silencio puede ser una parte útil de una conversación. La verdad es que el simple hecho de ser escuchado, el simple hecho de que alguien sea testigo de tus pensamientos y sentimientos, puede marcar una gran diferencia. Me encantaría ser esa persona para ti.
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Esperando pronto ser tu coach,
P.D.: Esta publicación es un fragmento adaptado de nuestro libro “In Our Thirties”, puedes leer más aquí.